La Niña y el Perro.

Enviado por Oscar~Alba on Decembre 03, 2001 at 21:42:24:

Zarpe de Dique Lujan, como tantas veces, rumbo a la Chata.

Es sábado veinticuatro, de mañana.

Al encarar el Arias, veo pasar una lancha con un bote a remolque, tomando el codo del Lujan hacia el Arias.

La lancha es de esas súper modernas, blanca, con la aerodinámica de... ¿un pez?.

Aunque pasa a la distancia, la adivino con todos los chiches a bordo.

Diviso también a bordo una pareja con una nena.

El bote que llevan a remolque es de fibra, amarillo, un tanto extraño.

Fino, largo y pelado de aditamentos, como las canoas caseras de los lugareños.

Ambos con fb nuevecitos, el del bote es más chico en tamaño.

Rápidamente, se pierden de vista delante mío por el Arias.

Siempre me pasa lo mismo...

Llegue yo con el estado de animo que llegue al Delta, cuando zarpo mi humor se trastoca.

Si era malo se transforma en bueno, si era bueno pasa a excelente.

Así que ironice para mis adentros: “¿Hasta las lanchas llevan bote auxiliar?”

Remontando el largo Arias, voy ubicando bártulos que olvide, al zarpar, acomodar bien.

Mientras, José, mi perro Labrador, se va acomodando a su ves sobre el pontón de estribor, hasta quedar con la jeta fuera del gomón.

Echado, se queda mirando muy atentamente el agua que va pasando a centímetros de su hocico.

Es la segunda vez que navega, y a cada salpicón que liga de lleno en la trucha, da vuelta la cabeza y me mira.

Creo que el muy tonto cree que lo salpico yo... o algo así.

Le caen las gotas de los bigotes, pero siempre retorna a mirar el agua.

¿Que cuernos estará esperando, ver o encontrar?, me pregunto...

La mañana esta espléndida, el sol me pica en la piel.

Primero me saco la camisa, luego la remera y me quedo en cueros.

En patas ya vengo desde que zarpe.

Si la felicidad es una suma de buenos momentos, este es uno.

El José se va animando.

Ya esta sentado, apoyando las manotas en los bultos de la proa, con el hocico al viento.

El río esta altísimo, esta llegando a los pisos de tablas de los embarcaderos.

La corriente es de mil demonios, hace rato que no veía semejante cosa.

Sé que para los lugareños es una joda.

Hace rato que están guardando cosas en lo alto, pero para mí... es un disfrute.

Que se desdibuje la orilla, con el río entrando al monte, es algo que me fascina.

Que le voy a hacer...

Faltarían unos doscientos metros para el “Chalet de Luchetti“, cuando diviso a lo lejos una lancha girando en círculos.

En medio, veo alguien en el agua, y para mis ojos, a unos esquíes o una tabla que salen del agua.

Cambio algo el rumbo hacia babor, para no jorobar con la ola la maniobra de recupero del esquiador.

Y cuando casi estoy por trasvasarlos, me llevo una gran sorpresa...

No son esquíes lo que creía ver de lejos, es el bote amarillo dado vuelta!!

Y el esquiador en el agua, es el gordito de la lancha que lucha con algo que no veo y grita: ¡¡Parála... paráaala!!!!

Me acerco lo más posible muy lentamente.

Me doy cuenta que al timón de la lancha, que gira alrededor, esta la mujer... con un ataque de nervios.

El marido le grita desesperado: ¡La llave, la llave!!!

La mujer tira de la llave hacia sí con una mano.. y con la otra mueve el timón sin ton ni son.

Intervengo y le digo: Gírela!!

La gira para la derecha.

Al revés!, le grito.

Y la apaga.

Puhaajjj!, que cagaso...

Ya abarloado a la lancha blanca, veo que el gordito se tranquiliza algo.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano tira a bordo un grueso pulóver, el cual estaba debajo del agua.

Pone una mano en la borda de la lancha, e intenta en vano aferrar el casco del bote dado vuelta, con la otra.

Le digo que se suba a la lancha, que yo me ocupo del bote amarillo.

Lo hace y logra recoger del agua un cabo del bote, dado vuelta campana.

Yo tengo el motorcito en neutro.

La corriente nos lleva a los tres.

Diviso en la orilla un remanso, una lengua de agua que el río formo monte adentro.

Les propongo ir para allí.

En silencio, el gordito enciende el motor de la lancha y yo pongo reversa.

No embocamos la entrada, fuimos a favor de la corriente, nos pasamos.

Encima, el bote amarillo hace evoluciones extrañas.

Cambiamos las marchas y ahora si, contracorriente, logramos guarecernos entre los árboles de la correntada.

A topetazos con la proa del gomón, meto a todo el mundo hasta el fondo.

Me siento un idiota pero igual pregunto: ¿¡Que paso!?

Me dice:

Lo estrene hoy, lo llevaba de tiro y lo quise probar.

Le di el volante de la lancha a mi mujer, y cuando quise pasarla con el bote, agarre un olita de mie... y se dio vuelta!!!!!!!

No entiendo, no entiendo!!!

Pero... e eestas bien,... Estas bien!!!, balbucea nerviosa la mujer.

Y si, si... aun duda el marido.

La nena mira todo, pero no habla.

Yo me había olvidado del José.

José va atado con su correa a la tabla del gomón.

Eso es por las dudas, pues aun no sé, que pueda hacer mientras navegamos.

En el gomón lo que falta es espacio, y si se pone a recorrerlo todo...

Miro que esta haciendo ahora, y veo que esta mirando a la niña.

Y la niña mira al perro, como embrujada por vaya a saber que.

Bueno... todo bien! ¿no?, le digo al gordito, que se esta tirando otra ves al agua.

¿No te quedarías cinco minutitos?, no sabes como te lo agradecería!!, me contesta.

Me siento un hijo de mala madre...

El gordo me adivino el pensamiento, estoy apurado por llegar a la Chata, se me debe notar la impacienta.

Le digo que me quedo, que le ayudo a dar vuelta el bote.

Le propongo pasar un cabo, por arriba, a una banda contraria, y tirar con el gomón.

Me dice que no sabe si hay algo... donde aferrar el cabo.

Se acuesta él sobre el casco dado vuelta, y agarrado a la banda contraria ejerce todo su peso.

Lo intenta varias veces y nada, el bote hace cosas extrañas.

Se da vuelta, pero en un cierto punto pega como un tirón... y queda como estaba.

Estiro el bichero telescópico y doy una pasada por debajo del bote, buscando una rama.

Encuentro la manguera del tanque de nafta... que a su ves esta en el fondo del río, como un ancla.

El gordo buceando la desconecta del fb y recuperamos el tanque.

Hace rato que vengo escuchando al José, a mis espaldas, ladrar hacia la lancha.

Le grito “Quieto, quieto!!”, pero ni bola.

Mientras, observo las líneas del casco del bote.

Constato lo que creía haber visto en la obra muerta a lo lejos.

Es de manga muy angosta, dada la eslora tan larga.

Encima la roda, muy afilada, se continúa como quilla hacia la popa como el filo de un cuchillo.

Le pregunto al gordito, que jadea en el agua, si el casco es casero.

Me dice que no, que es de “astillero”.

A mis espaldas, José sigue ladrando.

Escucho que la nena dice: Perriiiito, perrito...

La madre aun esta angustiada, le dice a la nena que no joda.

Me acerco a la popa del bote y me prendo a la pata del fb.

Cuando el gordo intenta una vez más, lo acompaño empujando la pata.

Lo logró, quedo el casco para arriba, lleno de agua e instable.

Y allí veo el cabezal del motor fuera de borda...

Dice: Jhonson, 15 HP.

Claro!!!, el gordo lo puso al mango!!!... y se dio vuelta como una hoja.

Comienza a achicar con un envase de gaseosa recortado.

Mientras José sigue ladrando, la estela de algún crucero nos zarandea de lo lindo.

Pasan los minutos y van hablando entre si, mujer y esposo.

Él sigue sin entender como se dio vuelta y en algún momento, reconoce que la mujer pudo maniobrar algo con la lancha...

Por lo menos no lo dejo en medio del río, y no se estroló contra un árbol, pienso yo...

Ella sigue diciendo que por suerte su marido esta bien, pero que no se moje tanto, se va a resfriar (¿?).

Yo sigo pensando que se me hace tarde, pero me voy a sentir mal si no los ayudo.

Los tres estamos con el bocho en cualquier cosa, en lo que paso, en lo que vendrá...

José sigue ladrando y la niña no dice ni mu.

No se que hacen ambos, están a mis espaldas.

Le digo al gordito que tengo una bomba de achique, pero que no tengo batería como para desagotar semejante cosa.

El bote parece una Pelopincho flotando...

Cuando digo esto me acuerdo del balde plegable, que esta escondido; entre muchas cosas, en la proa del gomón.

Lo saco a relucir y el gordo exclama: ¡Ahora si, ahora siiii!!

El achique se achica y avanzamos en la tarea.

Y en eso siento un tocc!!!, y el gomón se sacude con un fuerte tirón.

Me doy vuelta y veo que el José salto a la lancha blanca.

Pegó una vuelta en el aire y quedo de jeta mirando para el gomón, con los ojos asombrados y un tanto desorbitados.

El collar lo acogota, tirado por la correa atada a la tabla, de este lado.

Cuando voy a ayudarlo veo a la nena.

Aun tiene levantada en el aire, entre sus dedos, una brillante, grande... y apetitosa galletita.

Hace minutos y minutos que se la esta ofreciendo...

Con el bote sin agua ya, la pareja me da las gracias, nos preguntamos por los nombres, donde vivimos...

Los saludo una vez más y sigo remontando el Arias.

Me voy pensando que los niños y los perros son los únicos que saben vivir.

No viven ni en el pasado... ni en el futuro.

Simplemente están.

Están aquí y ahora.

Quien pudiera...

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Que tengan una Buena Semana, (quien pudiera hoy... ser niño o perro)

Oscar.