Vienen a Quilmes?,... Vamos!

Enviado por Oscar~Alba on Mayo 02, 2001 at 05:49:16:

El sábado, había mirado los pronósticos, el de la página y el de Tony.

Es de aclarar que los miro... como los mira Doña Rosa

Si no hay tormenta en ciernes, esta bien, pues le permite hacer los mandados.

O por lo menos al viento, yo no le daba gran importancia.

Es “cosa de veleristas”, me decía siempre.

La cuestión es que el domingo a las 12:00, Fulgencio y yo nos vestimos con la misma piel.

Y zarpamos rumbo a Quilmes.

El gomón lo tenia listo desde la Conserva del Foro, de la cual me quede con las ganas.

Realizo el despacho en PNA.

Pues si, las embarcaciones muy chicas a motor, tienen que hacer despacho.

A no ser que vayan a pescar aquí nomás... a Quilmes, despacho o nada.

Salgo y en “cuatro bocas”, veo que el agua esta muy rizada.

Me percato del viento y me digo: “afuera debe estar movidito”

Doy el parte a Monte Santiago, y por las expresiones del guardia, me conoce o me ha visto.

Por suerte el río esta extraordinariamente alto.

Intento el paso por la “canaleta”, frente al Regatas en Río Santiago.

Entro sin problemas a río abierto.

Me interno con el oleaje a 45 grados.

El viento viene del sur o sudeste, a 20 nudos según PNA.

Enfilo hacia Boca Cerrada con las olas de popa, de 40 o 50 centímetros, de seno a pico.

Comienzo a buscarle la vuelta a la marcha.

Engancho cada 3 olitas, una que me lleva y acelero, una que me lleva y acelero.

El viento aparente no existe, es cero.

Logro semi planear, casi con el motor al mango.

Dejo la rivera con monte atrás.

Ya relajado, miro la costa, a unos 900 metros.

Y descubro... Punta Lara!

Desde mis cinco añitos, la náutica era... Punta Lara.

Náutica desde la costa, claro.

En el barrio de mis viejos, en verano, se organizaban “picnics” masivos.

Uno aportaba el camión o viejo colectivo.

Del Centro de Fomento venían las tablas y caballetes, para las mesas y bancos.

Todos se ponían con abundante morfi, preparado el sábado.

Las señoras, ricas empanadas, tartas, tortillas, dulces para el postre.

Asado y tinto “de la costa”, para los más criollos.

Nos subíamos todos al camión, a los gritos.

Partíamos a las 7 de la matina, formando un carnaval multicolor.

Cuando digo todos, incluyo los viejos tanos que todavía hablaban, perdón, gritaban en italiano.

Las familias tucumanas, que engordaban gatos y se los comían, también iban.

La familia del jockey, el rico del barrio, si no había ganado ninguna carrera en semanas, venia.

Hasta los perros subíamos al camión.

Si el cusco era chiquito a upa, sí grandote con cadena.

Al llegar, copábamos un sector del monte ribereño, y nos esparcíamos como hormigas.

Ya establecidos, yo me pasaba horas pescando o simplemente mirando Allá.

Allá, donde están los barcos, esperando entrar al puerto.

Y me preguntaba: “allá,... ¿qué habrá allá?

Luego hacia lo de todos los chicos.

Juguetear con la vecinita deseada, chapoteando en el agua de la playa.

O jugar a las escondidas, en el monte de la selva marginal, también con la vecinita.

Ahora estaba Allá, en el río, navegando.

Al darme cuenta, siento algo extraño.

Me veo chiquitito en la costa, mirándome, a ese que pasa embarcado.

Con un ojo en la rivera y otro en la proa, voy llegando a la verdadera punta.

Boca Cerrada, de Punta Lara.

Dejo allá a lo lejos, la ultima casa visible de la playa, y comienzo a divisar Punta Colorada.

Siempre me llamo la atención en las cartas, sin importar la escala, la denominación de “punta”.

En el papel son apenas... ondas de la costa.

“¿Por qué punta, si apenas son pancitas de tierra?”, me decía.

Pero desde el agua marcan verdaderos hitos, puntos donde enfilar.

No al cohete están marcadas en las cartas.

No se ven “costas”, se ven puntas.

Titubeo si entrar más en el río, o no.

El andar se hace un tanto penoso con las olas.

Me comienza a doler el hombro derecho, el que banca el peso del cuerpo

El huesito dulce me comienza a doler, de tanto golpeteo.

Río adentro, la cosa no cambia mucho.

Mantengo entonces el rumbo, enzarzando puntas.

Ya en Punta Colorada, al acercarme a la costa, a unos 600 metros, pongo el fb a regular.

Me sirvo del termo un rico café con leche, embocando el pico en la tasa, y me prendo un pucho.

Veo pasar una mariposa entre las olas.

“Pobre, esa esta mas perdida que yo”, me digo.

En algún momento embarque agua, por la banda de estribor.

Me moje el traste, traigo la campera del traje de agua puesta, pero no el pantalón.

Prendo la bomba y evacuo el agua.

No me he mojado los pies.

Los pongo, casi siempre, apoyados en el estanco de babor, pues me ayuda a mantener el equilibrio.

Me saco la campera y los dos pulóveres que están debajo.

El ejercicio me hizo entrar en calor.

Desde la salida, el sol esta espléndido.

Yo, agradecido.

Paso del canal 71 al 22 en el VHF, el que usa PNA Quilmes.

Acomodo los bártulos en el gomón, y sigo planeando.

Son las 13:00 horas y diviso a lo lejos rascacielos.

Es la última punta, Punta Quilmes.

Más allá, casi sobre estribor, se recorta Buenos Aires en el horizonte.

Se nota clarito el envoltorio.

Una nube de hollín.

Ya en Quilmes, me meto río adentro para sortear la toma de agua.

Al ver la escollera del CNQ, comienzo a recordar el croquis de la página del Volador.

Entrar en el canalcito es todo un placer, no hay mas olas.

“Ahora ubico al Volador... y lo saludo”, me digo.

El barco de Jorge Faroto no esta donde debiera.

Me acuerdo de la caída de su barco desde la pluma, quizás este aun en tierra, pienso.

Por fin!!, amarro en el pontón de las visitas, que contaron semanas atrás en este Foro.

Saludo a unos veleristas que están tomando sol, en su barco amarrado.

Me preguntan de donde vengo y cuanto tarde.

Miro el reloj, son las 14:00, me llevo 2 horas llegar.

No esta mal, me digo.

Al presentarme en la Administración, me dan el libro de visitas para firmar.

No sé que poner...

Vuelco una hoja y me emociono.

Veo... las firmas de Jorge, David, Ricardo...

Jaaaa, llegue tarde,... pero llegue!”, digo en vos alta.

El flaco que me atendió me mira, no entiende un joraca.

Me copio del patrón del AlohaII que esta primero en la hoja anterior....

Barco: AlohaII - Barco: Profe II

Matricula: xxxxxx - Matricula: (gomón) pongo, ... y firmo.

Estoy chocho, estoy aquí, en Quilmes.

Me vuelvo al pontón, acomodo todo y saco el pantalón de repuesto de mi compartimiento estanco.

Una heladera de telgopor forrada, con cremallera en la tapa.

Me cambio en el baño, doy una vuelta por el club y me siento a comer en el restaurante.

No tengo mucho hambre, aun tengo el estomago medio dado vuelta.

Cuando luchaba con un bife de chorizo riquísimo, escucho de la mesa de enfrente que se dirigen a alguien como “Jorge Faroto”.

Miro al fulano y lo reconozco de las fotos de su página Web.

La mesa se le llena de amigos.

Charlan de náutica, a un señor mayor todos le escuchan atentamente.

“Después lo saludo”, me digo.

Una, para no interrumpir su comida y la mía, o su ceremonia de juntarse con amigos.

Otra por que soy tímido, y me cuesta encarar.

Por desgracia, luego de ir al baño y volver a mi mesa, se han ido.

Los busco por el club, pero ni noticias de ellos.

Doy otra vuelta por el Club admirando el lugar.

Doy las gracias en la Administración, me desean suerte.

Son las 15:45 cuando me visto para la vuelta.

Esta ves me pongo el pantalón de agua y me doy cuenta que... me olvide las botas.

Me pongo todo, hasta una gorra tapando las orejas.

Lleno el tanque con la nafta del bidón y parto.

Ya en el río, me percato que lo que hay en él es... una sudestada o algo muy, muy parecido.

Las olas ya no tienen centímetros, algunas tienen casi un metro, o eso me parece.

El viento esta de jeta y a más de 20 nudos.

Imposible planear.

Aunque marcho al mínimo regulando, los salpicones son continuos y embarco agua.

Comienza a nublarse y ya tengo los pies mojados, los ponga donde los ponga.

No me distraigo lo mas mínimo de la próxima ola, la próxima ola, la próxima...

Acompaño con el cuerpo cada subida, cada bajada.

Salvo que de ves en cuando,... miro para atrás.

Es la única forma de creerme que avanzo, pues lentamente los edificios de Quilmes se hacen más pequeños.

Pues Punta colorada adelante, se ve siempre igual.

Me censo el estomago, el bife de chorizo no aparece, eso esta bien.

Pero el hombro derecho me comienza o doler como un condenado.

Cambio de posición muy seguido, tengo temor de que se me acalambren los pies.

Al salir de algunas olas, el gomón queda casi en el aire.

Cae como una roca pero avanzo, avanzo.

Me es todo un logro pasar Punta Colorada, no llegaba nunca.

Pienso en meterme más en el río, quizás este mas calmo.

Descarto la idea, si el fb se planta, desde aquí a la costa llego, creo.

Con rumbo a Punta Lara me distraigo con una ola respetable.

Al salir de ella, la proa del gomón casi apunta al cielo.

Tiro todo el cuerpo adelante y cae bastante bien.

Me juro no distraerme, y me pongo el chaleco que tendría que haberme puesto antes.

Paso a tientas el VHF al canal 71, Monte Santiago.

Ya es de noche cuando diviso a lo lejos Punta Lara.

Miro el reloj y no lo puedo creer, hace rato que son mucho mas que las 19:00.

La hora que le cante al suboficial de retorno.

Llamo para avisar lo lento que avanzo, que voy a llegar muy tarde.

“Monte Santiago, Monte Santiago, me copia?”

Intento tres veces,... nada.

Pienso que mi antena esta muy baja... o se mojo el micro del VHF.

Yo los escucho, pero yo no entro.

De allí en adelante llevo el micro en el bolsillo de la campera.

De allí en adelante emprenderé mil juegos con mis neuronas.

Me decía: “Oscarcito, te creció el arrollo, te creció...”,

o... “querías olitas, acá tenés olitas...”.

Fulgencio y Oscar se desdoblan, se hablan.

Oscar lo putea a Fulgencio, por arriesgado, irracional.

Fulgencio a mi por cagón, por quedado.

“¿Cómo aprendes, sino?”, me dice.

Avanzando frente a Boca Cerrada, aparece una ola compacta de la nada.

Es larga a lo largo y muy ancha, ni hablar de la altura.

Me agarra algo desprevenido, pero la paso bien, salvo el julepe.

Me acuerdo de cuando crucé a Colonia en el Templario de Juan.

A la vuelta vimos pasar muy, muy lejos, el Buque Bus.

Recién a los minutos nos llegaron las olas hasta el velero.

En este caso no vi ningún Buque Bus, por aquí los que vienen de Montevideo ni se ven.

La ola es una sola.

¿De donde salió?, me pregunto.

Veo las primeras luces que iluminan la calle de la costa, del balneario de Punta Lara.

Me desespero, otra ves la sensación de que no avanzo, las luces no pasan.

Pensar que en coche, he pasado por esas luces cientos de veces, en apenas minutos.

Estoy casi agotado, ya no cambio de posición.

Voy casi tirado, con una rodilla sobre la heladera, el torso sobre el pontón de estribor y el brazo derecho sobre la tabla del asiento.

Los pies mojados ni los siento, son dos cosas mas tiradas allí, en la popa del gomón.

A lo lejos veo titilar las farolas de la escollera del puerto.

Ni en broma entro por allí, no le tengo el coraje a la “puta olla” de entrada.

Sé que el río sigue alto, sé que puedo entrar por la canaleta.

En mi juego mental, me doy cuenta que hace rato que estoy jugando... a verme en casa.

Que me imagino sacándome las zapatillas, que meto los pies en el horno de la cocina.

Que me tomo un enorme tazón de café hirviendo.

También me digo: “mañana trabajas, pero pasado es feriado... y descansas”

Por allí, en uno de los tantos intentos, Monte Santiago me contesta.

“Si, lo copio Don, esta volviendo de Quilmes,... ¿cómo le ha ido?”.

Me dice calmo, el mismo correntino que me despidió.

Le digo que bien, pero muy lento,... que le voy a decir!

Tampoco le digo que de tenerlo cerca, le doy un besote... al negro feo.

La vos amiga ya me puso bien, cuando en eso distingo en la negrura, las grúas del astillero.

Y bastante mas acá, la entrada de la canaleta.

Al rato largo la atravieso y...

¡O maravilla, no hay olas!!!, como si pudiera haberlas.

Me tranquilizo muchísimo.

Tanto que saco la marcha y dejo el gomón al garete.

Intento prender un cigarro, que tengo en el mismo bolsillo donde guardaba el micrófono.

Mi mano esta mas seca que lo que hay allí adentro.

Aparte no podría usar el encendedor, tengo la impresión que los dedos no me responden.

Me consuelo tomándome un tibio café con leche, que aun queda en el termo.

Intento hacer planear al gomón y no puedo.

Caigo en cuenta que tengo los pies dentro del agua.

Prendo la bomba, y a duras penas, pues la quilla esta totalmente desinflada, planeo en la noche del Río Santiago.

La sensación que voy a mil, como dicen los pibes.

En segundos dejo atrás el Regatas, la Base Naval, el Astillero Río Santiago...

No lo puedo creer.

Cuando paso por “cuatro bocas”, le digo al suboficial que esta todo bien.

Le doy las gracias, aunque no sé, si entiende por que.

Ya en la amarra de la Marina del Sur, miro la hora.

Son las 21:30, estuve navegando 5 horas y media...

Luego de bajar algunos bártulos, camino hacia el coche.

Totalmente tranquilo y relajado, me comienzan a castañear los dientes.

Estoy un rato largo, largo, en punto muerto, con el motor a mil, esperando que funcione la calefacción.

Ya en casa, cumplo lo que me prometí.

Prendo el horno, me saco las zapatillas, las medias gruesas, las medias finas, y sentado en una silla, pongo los pies dentro.

Mientras caliento la cafetera, me limpio los anteojos y me los pongo.

Vuelvo a ser Oscar.

Me reconcilio con Fulgencio, pero ambos nos prometemos leer con Atención el pronóstico de Tony.

Aunque este pronosticaba poco viento, decía clarito: del SE.

O el de Cibern@utica.

O el que sea.

La cuestión es... aprender.

Pdata.

Si en la conserva del 25, vamos a Colonia, gustoso iré a bordo de un velero, de esos que abren algo las olas y no las cabalgan todas.

El gomón ira a remolque.

Salvo que ese día, el Río de la Plata,... sea un billar.

Al fin y al cabo, la distancia a Colonia o Quilmes desde aquí,... es la misma.

Saludos a todos, espero que hallan tenido un buen comienzo de semana.

Hoy ya es primero de Mayo, Salud a los que ganan su Pan Con el Sudor de su Frente!.