VUELTA A ARBOLAR

Pinchar el palo es también una operación que debe ser llevada a cabo meticulosamente. Los pasos a seguir son los inversos a la maniobra descrita anteriormente, con algunas consideraciones especiales.

Preparación

Empezaremos por montar y verificar toda la jarcia y la cabullería, dejando preparadas las drizas sin cruces para sujetar al palo en un primer momento. Acuérdese de que la ley de Murphy es inderogable. Amarraremos la cincha de izado y aconsejamos atar con lana toda la jarcia y drizas al palo para que no cuelguen, pues con un tirón romperemos la lana y librarán todos los cabos.

Antes de izar el palo es conveniente imaginar el movimiento del palo en el aire, para que no nos quede al revés. Amarrando las drizas y jarcia al palo con lana podremos izar limpiamente y sólo con un tirón podemos librarlas cuando lo necesitemos.

 

Maniobra

Con poco viento y con la menor ola posible, amarraremos el barco bajo la grúa. Izaremos el palo acompañando el movimiento de la coz para que no arrastre por el suelo. Llevaremos el palo hacia el barco en el sentido correcto y lo haremos descender muy lentamente. Una vez la coz penetre en la fogonadura, será necesario bajar a colocar correctamente la base del palo en la carlinga.

No es de extrañar que necesitemos de pequeños movimientos de la pluma pues será imposible entrarlo si no tenemos una gran verticalidad en el palo. Una vez pinchado el palo, ya descansando, seguimos manteniendo la grúa en su lugar mientras arraigamos los obenques presentando a mano los tensores. Paralelamente, colocamos driza en proa y en popa y damos tensión para asegurar el palo. A continuación ya podemos montar estay, baquestay y burdas. Si disponemos de suficiente tripulación quizás no sea necesario emplazar las drizas, pero creernos muy interesante esta operación, ya que así aseguramos la maniobra. Antes de someter el palo a más tensión, colocaremos las cuñas de fogonadura, pues luego costará mucho más esfuerzo.

Conforme el palo va adquiriendo firmeza, podemos apartar un poco la pluma de la grúa, pero sólo lo necesario para evitar los golpes. Una vez presentada y apretada a mano la jarcia, ya podemos izar a un tripulante para largar el gancho si no hemos usado algún sistema para largar desde cubierta o que largue por sí solo. Si encintamos el seguro del gancho, podemos llegar a soltarlo sólo con bajar cuidadosamente.

Una vez todo listo y revisado un solo jefe de maniobra dirigirá la operación. En la buena comunicación con el gruero y la pericia de éste radica el éxito de la operación.

Continuar con la operación

Montaremos la maniobra del palo, drizas y amantillos. Colocaremos la botavara, su cabullería correspondiente, la contra y la escota de mayor. Si no se ha sustituido nada en la jarcia y se marcó correctamente, podemos ya llevar todos los tensores a sus marcas de tensión. Si no es así, procederemos a un apretado, trimando la forma del palo sin que presente fugas y malformaciones. El regulado debe ser concienzudo, alternando la tensión en los distintos puntos. El mejor control del palo se lleva a cabo observando la guía que recorre toda la parte de popa del palo para relingar la mayor, o la carrilera si es el caso. Conectaremos los cables de electricidad y electrónica. Sellaremos la fogonadura. Instalaremos los cabos que gobiernan los enrolladores. También tenemos que pensar en subir al palo para instalar las antenas y equipos de medición.

Trimado del palo

Cuando ya todos los trabajos estén terminados, habrá llegado el momento de trimar correctamente el palo para evitar defectos y extraer todo el rendimiento al aparejo. Para ello es necesario salir a navegar un día con poco mar y por lo menos fuerza tres de viento. También comprobaremos el correcto funcionamiento de las luces, la electrónica y de los distintos enrolladores montados en el barco.

Un buen trimado del palo es imprescindible para optimizar nuestras prestaciones. Las velas se comportan como el motor del velero, pero el palo se convierte en el elemento que extrae la máxima potencia y la transmite a la embarcación. De nada sirve un fueraborda sin hélice, un avión sin turbinas o un automóvil sin transmisión.