1 Limpieza en la obra viva

La limpieza y el orden son fundamentales en casi todo, y la náutica no es ninguna excepción. Es evidente que, para obtener el mejor rendimiento de una embarcación cualquiera, es necesario que todos los elementos que puedan influir en su navegación estén limpios. Enumeraremos, de forma no exhaustiva, la obra viva, la transmisión -colas, ejes y arbotantes-, la hélice, el timón, los deflectores fijos o móviles y cualquier otro que experimente un efecto dinámico con el avance de la nave. Por supuesto, esto incluye apéndices tan variados como las defensas o un bote auxiliar remolcado que, para un correcto trimado, no deben tocar el agua.

La limpieza de la obra viva y de todos los elementos sumergidos es vital para un navegación cómoda y para conseguir un buen trimado.

Señalaremos, como ejemplo, la extraordinaria importancia del timón: un timón mal compensado puede dar, como resultado del chorro de agua que proyecta sobre él la hélice, una apreciable escora o una franca caída hacia una u otra banda. Un timón sucio en extremo puede provocar un efecto similar, mientras que una hélice sucia puede dar lugar a toda clase de vibraciones y pérdida de rendimiento, al igual que una hélice con roturas en alguna de sus palas, lo que provoca un avance no uniforme. También la obra muerta tiene importancia, sobre todo a grandes velocidades; la forma del parabrisas, la ubicación de toldos, etc. afecta a la navegación, más aún si hay viento.

Con un barco limpio y cargado de forma uniforme, por ejemplo un barco nuevo, y con el mar llano y sin viento se tienen las mejores condiciones para aprender a trimar y a utilizar todos los recursos que enumeraremos más adelante. Más tarde, cuando el barco navegue cargado con todos sus pertrechos, con tripulantes e invitados y experimente el inevitable ataque de algas y suciedad, poseeremos ya los conocimientos necesarios para corregir las distorsiones que todos estos factores puedan introducir en la comodidad de la navegación.