BURDAS

Aunque no esté claro si pertenecen al grupo de la jarcia firme o al de la jarcia de labor, la misión de las burdas es sujetar el palo para que no caiga hacia proa y están emparentadas con el baquestay.

En un aparejo a tope de palo, su función se limita a regular la forma del palo, impidiendo que flexe demasiado al fugarse la panza hacia proa debido a la compresión sufrida por el tubo cuando aumenta el viento.

Pero en el caso de los aparejos fraccionados su importancia es vital, pues sustituye al baquestay en sus funciones de mantener el estay lo más recto posible en ceñida y sujetar el palo en popas. Son necesarias siempre dos burdas, una por cada costado, que se cazarán o largarán según la amura, delicada maniobra de la que huyen los amantes de la navegación de crucero, más aún en las trasluchadas. Siempre se caza la de barlovento y se larga la de sotavento.

La enorme flexibilidad de los palos de regata obliga a dotar al aparejo de unas burdas bajas, cuyo fin es trabajar la sección media del tubo, recuperando la panza. Las fuerzas de compresión aconsejan mantener al máximo la verticalidad del palo, pues en caso contrario pueden doblarse. Y ahí aparece la burda baja, para controlar ese pandeo.

Tanto la burda alta como la baja se trabajan desde el mismo cabo, van solidarias, aunque la tensión de la baja puede regularse con un aparejillo dispuesto a tal efecto o con un deflector en el palo.

En los barcos de altas prestaciones, las burdas, que antiguamente eran de varilla metálica, son hoy de kévlar. Aparte de su resistencia, la propiedad más apreciada en las burdas es una elasticidad mínima. Si además conseguimos ligereza, las ventajas son indiscutibles. Estas son las características principales del kévIar: resistencia, ligereza y mínimo estiramiento. Aunque su principal enemigo es el sol, y por eso debe enfundarse para protegerlo de los rayos solares. También Aquiles tenía un defecto en los talones...